Querida familia, leemé este cuento sobre como gestionar la emoción del miedo y luego debate conmigo que parte me ha llamado más la atención y el motivo. OJO puede ser la parte que más me ha gustado o la que menos. El lunes 31 de noviembre lo expondré en asamblea a todos mis compis.
"La casa del terror"
Pablo era un niño muy miedoso que por la noche no podía dormir
totalmente a oscuras, y cuando salía a la calle temía que las personas extrañas
le hablaran. No es que fuese un cobarde, lo que sucedía era que tenía mucho
cuidado y se preocupaba demasiado por todo, sobre todo porque sus papás le
recordaban continuamente que el mundo estaba lleno de muchas cosas misteriosas.
Así que el pequeño Pablo se imaginaba cada vez que escuchaba aquello un montón
de duendes verdes, hadas mágicas y hasta señores con bastones largos y
arrugados caminando por ahí, “¡por eso siempre hay que ir atento a las cosas
que pasan a nuestro alrededor!”, se decía.
Sin embargo, y a pesar de ser un niño tan precavido, hubo un día
muy especial en el que Pablo sí que fue el niño más valiente del mundo. Todo
ocurrió en las vacaciones de verano, cuando papá y mamá llevaron a Pablo y a
sus amigos al parque de atracciones, donde subieron a toda clase de sitios
emocionantes. Pero al caer el día y llegar la noche, todos juntos tuvieron una
idea que asustó mucho al Pablo:
·
Vamos a la casa del
terror –Propuso Antonio, el más valiente de todos los niños.
·
He escuchado que los
verdaderos fantasmas viven en esos sitios–Comentó José, un poco asustado.
·
Pues yo he escuchado
que aprovechan la oscuridad y se llevan a los niños –dijo Pablo aterrado, – yo
no quiero que me lleven, así que mejor vamos a otro sitio.
·
Bah, esas cosas no son
de verdad, Pablo –concluyó Antonio–, así que vamos, y lo haremos todos juntos.
A pesar de las insistencias de Pablo, en un par de minutos
llegaron todos juntos hasta la entrada de la casa del terror. Mamá y papá
esperaban a todos en la salida, por lo que no iba a poder darles siquiera la
mano. Pablo sintió entonces que se moría de miedo, pero tras respirar profundamente
se dejó llevar y entró en la casa del terror siguiendo al resto de sus amigos,
que parecían realmente emocionados por estar allí y por descubrir los misterios
que pudiera haber tras aquellas paredes.
Dentro de la casa del terror todo estaba oscuro, y una música
escalofriante sonaba bajito acompañando a la neblina, que hacía que todo
pareciera mucho más tenebroso. Poco a poco, mientras avanzaban, el resto del
grupo (los amigos “valientes” de Pablo) comenzaron a sentir miedo también, por
lo que todos se agarraron de las manos y caminaron lentamente mirando de forma
constante a su alrededor con mucho temor. Entonces… “¡Muajajaja!”, la risa de
una bruja salió de la nada sobresaltando a todos los niños que dieron gritos de
terror y comenzaron a correr para poder escapar.
·
¡Voy a comeros a
todos! –Dijo a continuación un hombre terrorífico que parecía salir de la nada.
Pablo y sus amigos corrieron sin parar, pero no conseguían
encontrar la salida de la casa de terror. Se encontraban perdidos en aquel lugar
tenebroso con los padres de Pablo fuera, y eso les hizo sentirse más asustados.
Ante aquella desesperación Antonio y José comenzaron a llorar, pero Pablo
intentó mantener la calma y quiso ser valiente para enfrentar la situación y
tranquilizar a sus amigos.
·
No lloréis, porque no
nos pasará nada –dijo Pablo muy seguro, – vamos a salir de aquí, pero tendremos
que movernos rápido. Cogeos todos de la mano, que yo os guiaré.
De inmediato los amigos se cogieron de las manos y siguieron a
Pablo. Pasaron entonces por un pasillo muy largo y negro, donde otra bruja
salió de la nada riéndose a carcajada limpia, pero Pablo la ignoró y siguió con
paso firme. Entonces a lo lejos vieron la luz de la salida y pudieron abandonar
al fin la casa del terror. En la puerta se encontraban los padres de Pablo, y
todos, muy emocionados al verles, se agarraron a ellos en un fuerte abrazo.
·
¡Habéis sido muy
valientes al entrar en la casa del terror! –dijo la mamá de Pablo orgullosa. –
Yo ni siquiera me atrevo a entrar porque me da mucho miedo.
Y tras aquellas palabras los niños se miraron y sonrieron
orgullosos. Quizá no había sido para tanto, pues sabían que todo era un
espectáculo… ¿O quizá no, y habían conseguido escapar de auténticos fantasmas
de verdad? Bueno, el caso es que nunca lo sabrían porque no pensaban volver ni
tampoco pensaban decirle a nadie que en realidad sí habían pasado miedo. Era su
nuevo gran secreto. Al fin y al cabo ser valiente no se trata de no sentir
miedo, sino de sentirlo y aun así lograr enfrentarse a las cosas… ¡O al menos
eso decía el papá de Pablo!
FIN
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